
Cuando estuve ante su majestad dirigióse a mí del siguiente modo:
“He mandado realizar una nueva corona que me honre. Para ello entregué una cantidad de oro y he aquí el resultado. Es mi deseo saber si la corona lleva todo el material entregado o por el contrario he sido engañado por el orfebre. Cuidaos de no dañar la corona, mi fiel amigo”.
Apesadumbrado ante tal prueba me dirigí a mi casa. ¿Cómo resolver el enigma? Me encontraba en tan difícil tesitura, que no me procuraba descanso. Pasaban los días y no hallaba solución. Un buen día, en un momento de extrema relajación, -inmerso en mi baño diario- me percaté de que al introducir mi cuerpo en el agua, el nivel de ésta ascendía por la superficie lateral de la bañera; y fue entonces cuando comprendí lo que había de hacer: “¡Eureka!”.

Tal fue mi excitación que salté del baño y corrí hacia mi casa gritando, sin apercibirme de que aún estaba desnudo:
“¡Eureka!”
Informé a su majestad de que había encontrado la solución al problema y pedí audiencia:
“Majestad, el orfebre os ha engañado. Os lo demostraré. Tan sólo preciso de dos recipientes idénticos con igual cantidad de agua, vuestra corona y una cantidad de oro igual a la que su majestad entregó al orfebre.”
Procedí a introducir la corona en uno de los recipientes y el oro en el otro, proseguí:
“si la corona tuviera la cantidad de oro que su majestad entregó, el nivel del agua ascendería en la misma medida en ambos recipientes. Como veis, en el recipiente donde se encuentra sumergida la corona el nivel del agua es mayor, por lo tanto, la corona no es de oro puro y ha de tener otro metal que haga aumentar su volumen”.

Arquímedes (287 – 212 a.c.)
Arquímedes estudió en Alejandría, donde tuvo como maestro a Conón de Samos y entró en contacto con Eratóstenes. Además del famoso Principio de Arquímedes, numerosos inventos se atribuyen a su despierto intelecto, entre ellos, la balanza, la catapulta, las poleas, etc. Entre sus logros cabe destacar también cómo mantuvo la defensa de la ciudad de Siracusa durante años, quemando las velas de los barcos enemigos con un ingenioso sistema de espejos que focalizaban la luz del sol.